Ayer quedé con unos amigos holandeses de Utrecht -¿Desde cuándo tienes amigos holandeses? os preguntaréis. Pues a Santiago y a Alberto -sí, os juro que se llaman así- los conozco desde hace unos 5 años. Su madre es de Lugo, así que en vacaciones muchas veces vienen a la ciudad a ver a sus familiares.
Ayer fuimos a cenar y de fiesta. Una cita que hemos organizado hace tres semanas, ya que los holandeses hacen planes con muuuuuucha antelación. Quisieron enseñarme unos ambientes más locales, en vez de las partes de Ámsterdam llenas de turistas, así que me esperó una noche de escuchar cómo hablaban con los camareros en holandés mientras yo sonreía y asentía, mientras intentaba entender algunas palabras.
Después de cenar, fuimos a un bar a tomar algo, pero a las 00:00 ya estábamos en la fila para entrar en la discoteca llamada Chin Chin Club. Algo impensable en España, que solo entras a esas horas cuando eres estudiante en Madrid porque hasta la 1 suele ser gratis.
Pues bien, cuando estábamos dentro nos encontramos con una discoteca con decoración china, llena de gatos de la suerte -los del anuncio de Mixta- y farolillos chinos. La música fue tema aparte, el DJ cambiaba más de estilo que Maddona de vestido en un concierto, de repente estabas escuchando algo de reguetón cuando comenzaba a oírse High School Musical y después a las Spice Girl. Mezcla un poco extraña.
Además, la gente no bailaba, parecía más un karaoke que una discoteca, ya que solo se limitaban a cantar las canciones que conocían. A parte de eso me lo pasé muy bien, fue un poco raro ser la única chica, ya que normalmente me suelo encontrar lo contrario, muchas chicas y pocos chicos. Pero bueno, los holandeses con sangre española saben bailar pegados y a mí se me quitó el mono de salir de fiesta que tenía. Además, las bebidas dentro del local no eran excesivamente caras, como sí que pasa en España.
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